Breve introducción a la literatura española

Por Dr. Jaime Cardoso

I. Edad media
En España hubo una amplia tradición literaria en gallego, catalán, castellano y mozárabe y aún hoy muchos escritores españoles escriben en catalán, gallego o euskera. En este texto nos enfocaremos sólo en la literatura de origen castellano o español.
Las primeras manifestaciones de la literatura castellana de que se tienen noticia datan del siglo X. Existe un ejemplo de este periodo, se trata de una oración de San Millá de la Cogolla. Del siglo XI se conservan canciones líricas conocidas como jarchas que son poemas cortos escritos en mozárabe cuyo tema generalmente es el amor. Más adelante, en los siglos XII y XIII, es posible identificar dos movimientos literarios conocidos como mesteres. Se trata de los mesteres de juglaría y de clerecía.
Los versos irregulares, líricos y épicos del mester de juglaría eran muy gustados por quienes se reunían en las plazas, los jardines y salones de los palacios. Ahí todos se congregaban a escuchar a los juglares. Los cantares de gesta son épicas de los que se conservan solo unos cuantos textos, uno de ellos es El Cantar del Mío Cid poema escrito por un poeta anónimo alrededor de 1140. Más adelante estudiaremos en profundidad este cantar.
Autores destacados de este periodo son don Juan Manuel (1282-1348) con su conocida obra El conde Lucanor, Juan Ruiz Arcipestre de Hita (1283-1351)  poeta medieval autor del Libro del buen amor y don Pedro López de Ayala (1332-1407), entre otros autores y otras obras de autores desconocidos. Los siguientes son ejemplos de jarchas del siglo XI[1].

Tanto amare tanto amare
habîb tanto amare
enfermeron olios nidios
e dolen tan male

(¡Tanto amar, tanto amar,
amigo, tanto amar!
¡Enfermaron unos ojos brillantes
y duelen tan mal!)

ben yâ sahhârâ
alba quee stá kon bi-al-fogore
k(u)and bene bide amore

(Ven, oh hechicero:
un alba que está (o: tiene) con fogor
cuando viene pide amor).

mi fena ÿes li-mahtï in luhtu
kon males me berey
non me lesa moberë aw limtu
mama gar ke farey

(Mi pena es a causa de un hombre violento: si salgo
con males me veré
no me deja mover o soy recriminada.
Madre, dime, qué haré).

II. Siglo de oro: Renacimiento y Barroco
En el siglo XV lo que hoy es España estaba dividida en los reinos de Navarra, Castilla y Aragón. Por esta época los humanistas y autores como Dante, Petrarca y Boccacio impactaron la literatura peninsular. Entre los autores castellanos de este periodo pueden mencionarse a El Marqués de Santillana (1398-1454) quien escribió poesías doctrinales, provenzales/trovadescas y alegóricas. Además, es autor de un texto considerado el primer ensayo escrito en español. Por su parte, Jorge Manrique (1440-1479) escribió Coplas a la muerte de su padre.
Coplas a la muerte de su padre
(Fragmento)
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.


Los Reyes Católicos (1474-1516), Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, dieron un enorme impulso a las ciencias y las artes y con ellos inició el Renacimiento español. Lograron la unificación territorial de España una vez que expulsaron el último bastión moro en Granada. Sin embargo, esa unión fue artificial porque en el territorio había una gran diversidad cultural y religiosa. Pese a ello, los Reyes Católicos buscaron la unidad religiosa mostrándose intolerante a otras creencias. Para imponer el catolicismo crearon el Tribunal de la Inquisición en 1481 encargada de perseguir y castigar a los herejes y de eliminar cualquier cosa que fuera en contra de la fe, entre ellos los libros considerados apóstatas. En 1492 los reyes ordenaron la expulsión de los judíos no conversos. Mientras tanto, algunos moriscos o árabes que se quedaron en España luego de la Reconquista, continuaron con su religión pero otros se convirtieron al cristianismo. Más tarde, a principios del siglo XVII, unos 400 mil moriscos fueron expulsados del país.
Después de la Reconquista y la unificación del territorio, los Reyes Católicos buscaron explorar y colonizar nuevas tierras. Es así como auspiciaron los viajes de Cristóbal Colón quien se encontró con lo que hoy es el continente americano en su afán por buscar una ruta hacia la China. Después la mirada conquistadora de los Reyes se dirigió a Italia logrando conquistar la parte meridional, Sicilia, Cerdeña y Milán. Al final del reinado de Fernando e Isabel, España tenía alrededor de 8 millones de habitantes, y tenía amplios territorios en América, Italia, Oceanía y el norte de África.
La España imperial de los siglos XVI y XVII continuó con Felipe I <>, Carlos V, Felipe II hasta que el imperio decayó con Felipe III, Felipe IV y Carlos II durante el siglo XVII.
En tiempos de la España imperial, Antonio de Nebrija (1441-1522) escribió Gramática española (1492) la primera obra de este tipo escrita hasta entonces. También apareció el libro que marcó el paso definitivo de la literatura medieval a la renacentista La Celestina (1499) de Fernando Rojas.
El Renacimiento prevaleció en la península a lo largo del siglo XVI. Como se sabe, este periodo inició en Italia en el siglo XV extendiéndose rápidamente por toda Europa. Los renacentistas imitaron la edad clásica, a Dante, Petrarca y Boccacio. Asimismo humanistas como Erasmo de Rotterdam, Antonio de Nebrija y Juan Luis Vives tuvieron gran influencia en este movimiento. Si en la Edad Media Dios era el centro del universo, ahora los intelectuales se enfocaban en el hombre.
La plenitud del Renacimiento español coincidió con el reinado de Carlos V. Garcilaso de la Vega (1501-1536), con su poesía cortesana, sonetos, églogas y canciones fue uno de los grandes poetas del periodo.
Para algunos autores, el Siglo de Oro español comprendió la segunda mitad del siglo XVI hasta el siglo XVII; es decir, coincidió con los reinados de Carlos V, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Se caracterizó por el pleno desarrollo de la literatura, las artes plásticas y la música. Sin embargo, gracias al descubrimiento de América también se desarrolló en estos años la geografía y la cartografía. En contraste con el auge de las artes, la península padeció una significativa crisis económica, política, social y militar que llevaría a la decadencia del Imperio.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) publicó en1605 El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Diez años después aparecería la segunda parte de esta obra cumbre de la literatura española. Más adelante abundaremos en este autor y su obra.
            También durante el Siglo de Oro surgió la Picaresca, un subgénero literario de carácter supuestamente autobiográfico. Escrita en 1554 Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, fue el primer libro de este tipo seguido por Vida del pícaro Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana (1599 y 1604) de Mateo Alemán y por Vida del Buscón llamado don Pablos escrito alrededor de 1603 por Francisco de Quevedo y publicado sin su consentimiento en 1626. Más adelante hablaremos de la picaresca con más detalle.
            Durante el Siglo de Oro apareció el Barroco español (a partir de 1580 hasta el siglo XVIII) en plena contrarreforma. Se caracterizó por su esteticismo, estoicismo (dominio de la sensibilidad), sátira y lo florido de las obras; además ensalzó las obras de la iglesia. Dos tendencias se desarrollaron en este periodo: el culteranismo y el conceptismo. Los primeros dieron suma importancia a la forma por lo que apostaron por una sintaxis compleja. Los segundos se preocuparon más por el fondo; es decir, por lo que significaban las palabras y las ideas. Don Luis de Góngora y Argote (1561-1627), con su hipérbaton, fue culteranista mientras que Francisco de Quevedo (1580-1645), con sus paradojas y elipsis, fue conceptista. Ambos procuraron que su literatura fuera difícil y cortesana.


Ya besando unas manos cristalinas
(1582)
Luis de Góngora

Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que amor sacó entre el oro de sus minas,
ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,
estaba, oh claro sol invidïoso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.
Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.
 
 
A una nariz
Francisco de Quevedo
 
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
 
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
 
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
 
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
 

En cuanto al teatro sobresalieron, en primer lugar, Lope de Rueda (1510-1565) considerado padre del teatro español. Escribió piezas cortas para el deleite de la gente común a manera de cuadro de costumbres. El estilo de Rueda ha llegado hasta hoy bajo los nombres de entremeses, sainetes y género chico.
 Lope de Vega (1562-1635) escribió cerca de mil quinientas obras teatrales, entre las que está Fuente ovejuna. Su teatro fue divertido y didáctico y rompió con la rigidez del teatro de su época. Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) siguió las normas  Lope de Vega. Su obra cumbre es La vida es sueño. Tirso de Molina (1583-1648) escribió cuatrocientas comedias religiosas, históricas y de costumbres. Es autor de El burlador de Sevilla (1630) en donde aparece uno de los personajes más conocidos del teatro español, Don Juan.  Otros autores fueron Guillén de Castro (1569-1631) con Las mocedades del Cid y Juan Ruiz de Alarcón (1581-1639) con La verdad sospechosa.
La literatura mística fue otro género muy cultivado en el Barroco español. Los místicos querían comunicarse directamente con Dios a través de sus escritos, se trató entonces de una literatura religiosa y espiritual. Entre los más sobresalientes escritores de este estilo en la segunda mitad del siglo XVI están San Teresa de Jesús (1515-1582)  con su obra Vida y San Juan de la Cruz (1541-1591) autor de los poemas Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva.


Nada te turbe
San Teresa de Jesús

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.

III. Neoclasicismo
El siglo XVIII fue el Siglo de las Luces, de la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. En España las letras no tuvieron el auge de otros países. Debido a que la dinastía borbónica francesa empezó a reinar el país a partir de 1700, la literatura tuvo una gran influencia venida del clasicismo francés.  
El movimiento neoclasicista (primera mitad del siglo XVIII) fue una reacción a los excesos del Barroco. Se caracterizó por su sencillez y por dar una nueva mirada a los clásicos. Los dramaturgos de este periodo estético siguieron la regla de las tres unidades de espacio, tiempo y lugar. De acuerdo a esta regla la acción debía desarrollarse en un día, lugar y escenario. El neoclasicismo dejó además de lado lo misterioso (característica de los periodos anteriores) y separó lo cómico de lo trágico.
Uno de los autores antecesores del neoclasicismo fue Fray Benito Feijoo (1676-1764) quien fue un intelectual progresista que escribió de manera sencilla, se preocupó más por el contenido de sus textos que por la forma y llegó a defender los derechos de la mujer. Su obra está reunida en Teatro crítico y en la colección de ensayos Cartas eruditas. Otros autores neoclásicos fueron Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) con El sí de las niñas obra que defiende el derecho de las mujeres de escoger ellas mismas a su pareja.
Otro autor del siglo XVIII fue Don Ramón de la Cruz (1731-1794) quien más que seguir la literatura francesa, continuó con el teatro popular de Lope de Rueda y Miguel de Cervantes. Es autor de Las praderas de San Isidro. José Cadalso (1741-1782) por su parte escribió, entre otras, Cartas marruecas mientras que  Félix María Samaniego (1745-1801) se inclinó por escribir fábulas.


Teatro crítico universal
Voz del pueblo
Por Fray Benito Feijoo
(Fragmento)
            Aquella mal entendida máxima de que Dios se explica en la voz del pueblo, autorizó la plebe para tiranizar el buen juicio, y erigió en ella una potestad tribunicia, capaz de oprimir la nobleza literaria. Es éste un error de donde nacen infinitos; porque asentada la conclusión de que la multitud sea regla de la verdad, todos los desaciertos del vulgo se veneran como inspiraciones del Cielo. Esta consideración me mueve a combatir el primero este error, haciéndome la cuenta de que venzo muchos enemigos en uno solo, o a lo menos de que será más fácil expugnar los demás errores quitándoles primero el patrocinio que les da la voz común en la estimación de los hombres menos cautos.

La zorra y las uvas
Félix María Samaniego
Es voz común que a más del mediodía
en ayunas la zorra iba cazando.
Halla una parra, quedase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
Causábale mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras;
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
"¡No las quiero comer! ¡No están maduras!"
No por eso te muestres impaciente
si se te frustra, Fabio, algún intento;
aplica bien el cuento
y di: ¡No están maduras!, frescamente.

 IV. Romanticismo
            A fines del siglo XVIII el mundo occidental vivió una serie de transformaciones filosóficas, científicas, económicas y políticas que trajeron malestar e inconformidad en la población principalmente entre los intelectuales. Ya en el siglo XIX, los románticos se manifestaron en contra de la situación social del momento encarando su realidad a través de la poesía, la prosa y el drama. Eran liberales que defendían a la persona, a los pueblos y que enfatizaban en los sentimientos más que en la razón. Despreciaron las normas artísticas tradicionales ensalzando la subjetividad, el nacionalismo y la creatividad del individuo; fueron poetas, dramaturgos y novelistas en cuyas obras predominó el individualismo, la defensa de la libertad, la historia, las tradiciones y las costumbres de los pueblos. En España el romanticismo dominó desde 1830 a 1850.
            En las obras románticas imperaron los paisajes sombríos, el mar iracundo, las tempestades, las tinieblas y los camposantos. El propósito de los escritores era tocar las fibras humanas. Puesto que no aceptaron normas literarias que limitaran su creación, mezclaron los estilos. La prosa romántica giró en torno a temas históricos y costumbristas inclinándose, por un lado, por la caballería medieval, y por el otro, por el cuadro de costumbres en donde describieron  el estilo de vida de los pueblos. En pocas palabras, sus obras están llenas de melancolía, desesperanza, nostalgia, rebelión y una constante lucha por la libertad, los sentimientos fueron la materia prima de sus trabajos. Algunos quisieron volver a los principios del teatro de Lope de Vega y al romancero; otros, fueron liberales que al morir Fernando VII regresaron de su exilio con una influencia de los románticos franceses e ingleses.

Entre los autores más reconocidos de este periodo están José Espronceda (1810-1842) con El estudiante de Salamanca, El diablo mundo y La canción del pirata. Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) considerado pilar de la poesía española del siglo XIX también fue simbolista. Escribió Rimas y Leyendas. Rosalía de Castro (1837-1885) es autora de Cantares gallegos y En las orillas del Sar. José Zorrilla (1817-1893) es conocido como el “poeta nacional” y es autor de la famosísima obra Don Juan Tenorio. El Duque de Rivas con Don Álvaro o la fuerza del sino. La cubana que vivió muchos años en España Gertrudiz Gómez de Avellaneda (1814-1874) autora de Soledad de alma, Errores del corazón y Sab. La que es considerada iniciadora del feminismo español Concepción Arenal (1820-1893) autora de La mujer del porvenir, La educación de la mujer, entre otras obras. Carolina Coronado (1820-1911) escribió las novelas Luz, El bonete de San Ramón, Paquita, entre otras; también es autora de poesías y obras de teatro una de las más populares es El cuadro de la esperanza (1846).

Hojas Marchitas
Por: Rosalía de Castro
Las rosas en sus troncos se secaron,
los lirios blancos en su tallo erguidos
secáronse también,
y airado el viento arrebató sus hojas,
arrebató sus hojas perfumadas
que nunca más veré.

Otras rosas después y otros jardines
con lirios blancos en su tallo erguidos
he visto florecer;
mas ya cansados de llorar mis ojos,
en vez de llanto en ellos, derramaron
gotas de amarga hiel.


V. Costumbrismo
Como su nombre lo dice, el Costumbrismo se enfocó en las costumbres y tradiciones de la población y buscó que la obra de arte expusiera las tradiciones populares. En este sentido, trató de retratar la realidad pero sin analizarla. Uno de los más importantes representantes de esta corriente fue el poeta y periodista Mariano José Larra (1809-1837). Larra fue un acérrimo crítico de la sociedad de su tiempo, se burló de las normas sociales, rechazó la vida familiar e impugnó la censura en sus múltiples artículos periodísticos que escribió. Su desaliento ante los acontecimientos sociales y sus conflictos personales lo llevaron al suicidio cuando apenas tenía 27 años de edad. Pese a su corta vida, Larra tuvo una significativa influencia en la literatura española. El contexto de su obra se ubica por un lado, en la década ominosa (1823-1833) en la cual se restauró el absolutismo y se reprimió duramente a los liberales; por otro lado, en la primera guerra carlista, una guerra civil ocurrida en España entre 1833-1840.

Corridas de toros (31 de mayo de 1828)
Por Mariano José de Larra
Fragmento

            Estas funciones deben su origen a los moros, y en particular, según dice don Nicolás Fernández de Moratín, a los de Toledo, Córdoba y Sevilla. Estos fueron los primeros que lidiaron toros en público. Los principales moros hacían ostentación de su valor y se ejercitaban en estas lides, mezclando su ferocidad natural con las ideas caballerescas, que comenzaban a inundar la Europa. El anhelo de distinguirse en bizarría delante de sus queridas, y de recibir su corazón en premio de su arrojo, les hizo, poner las corridas de toros al nivel de sus juegos de cañas y de sortijas.
            Los españoles sucesores de Pelayo, vencedores de una gran parte de los reyezuelos moros que habían poseído media España, ya reconquistada, tomaron de sus conquistadores en un principio, compatriotas, amigos o parientes en seguida, enemigos casi siempre, y aliados muchas veces, estas fiestas, cuya atrocidad era entonces disculpable, pues que entretenía el valor ardiente de los guerreros en sus suspensiones de armas para la guerra, la emulación entre los nobles que se ocupaban en ellas, haciéndolos verdaderamente superiores a la plebe, y acostumbraba al que había de pelear a mirar con desprecio a un semejante suyo, cuando le era preciso combatir con él, si acababa de aterrar a una fiera más temible.


VI. Realismo
A mediados del siglo XIX, Honoré de Balzac, Gustave Flaubert, George Eliot, Anthony Trollope, así como León Tolstoy e Iván Turgénev fueron fieles representantes del Realismo europeo. En España este movimiento inició alrededor de 1849 con la publicación de La gaviota de Cecilia Böhl de Fáber (1796-1877), autora que usó el pseudónimo masculino de Fernán Caballero. Bajo su influencia, otros escritores escribieron grandes obras realistas. Pedro Antonio de Alarcón (1833-1901) por ejemplo, escribiría El sombrero de tres picos y un poco más adelante Benito Pérez Galdós (1843-1920) y Leopoldo Alas “Clarín” (1852-1901) llevarían  a su máxima expresión el Realismo.
El Realismo fue una reacción al Romanticismo y a la situación social venida después de la revolución francesa de 1848 de donde nació la Segunda República y el movimiento conocido como Primavera de los Pueblos. Los realistas criticaron las secuelas de la Revolución Industrial que trajo consigo la explotación del trabajo de niños y mujeres, jornadas de trabajo extenuantes y condiciones sociales de ínfima pobreza. Se trató entonces de un movimiento estético cuyo tema fue la problemática social. Sin embargo, en contraste con los románticos, observaron fielmente la realidad describiendo las condiciones en que vivía la población y representando minuciosa la vida cotidiana. En sus narraciones eliminaron lo abstracto y retrataron realidades que no necesariamente eran copias exactas del mundo.
El ambiente social y cultural del momento se caracterizó por la expansión económica de los países europeos acompañado, por un lado, por una rápida industrialización, comercialización y tecnificación. Por otro lado, hubo una gran migración del campo a la ciudad con el subsecuente crecimiento vertiginoso de las urbes. El capitalismo se consolidó y la burguesía asumió plenamente el poder económico y político. Por el lado obrero, los dirigentes sindicales llamaban a la organización de los trabajadores inspirados en las teorías de Marx y Engels.         
En las ciencias sociales, al poner la lucha de clases como motor de la historia, el Materialismo Histórico de Marx fundó un nuevo continente científico. El positivismo de Augusto Comte por su lado criticó el Romanticismo. Charles Darwin publicó en 1859 los resultados de sus investigaciones proponiendo la teoría de la evolución de las especies. Mientras tanto, Gregor Johann Mendel dio a conocer, en 1866, sus descubrimientos genéticos. Así, los hallazgos de estos y otros científicos impactaron de manera definitiva no sólo a las ciencias también a la literatura.

España vivía por su parte vivía importantes momentos de transición en el terreno de su política interna y externa, en lo económico y en la educación. La prensa se popularizó y las novelas por entrega aparecieron en los periódicos. Los escritores españoles, al describir su realidad, recurrieron a la novela histórica, al cuadro de costumbres y a la novela por entregas.
Juan Valera (1824-1905) autor de Pepita la larga fue un autor realista que relejó en su vasta obra la realidad pero embelleciéndola al eliminar el dolor y crudeza de la misma. Benito Pérez Galdós fue un escritor liberal que estaba en contra de la injusticia y fomentó la tolerancia social. Es autor de alrededor de sesenta y siete novelas y veinticuatro obras de teatro. Sus Episodios nacionales constan de cuarenta y seis novelas. Aquí, Pérez Galdós mezcla sucesos históricos reales con la ficción. En obras como Doña Perfecta, Gloria y La familia de León Roch  critica severamente la intolerancia y lo que considera la falsa religión.

Episodios nacionales
Trafalgar (Fragmento)
Benito Pérez Galdós
Se me permitirá que antes de referir el gran suceso de que fui testigo, diga algunas palabras sobre mi infancia, explicando por qué extraña manera me llevaron los azares de la vida a presenciar la terrible catástrofe de nuestra marina.
Al hablar de mi nacimiento, no imitaré a la mayor parte de los que cuentan hechos de su propia vida, quienes empiezan nombrando su parentela, las más veces noble, siempre hidalga por lo menos, si no se dicen descendientes del mismo Emperador de Trapisonda. Yo, en esta parte, no puedo adornar mi libro con sonoros apellidos; y fuera de mi madre, a quien conocí por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno de mis ascendientes, si no es de Adán, cuyo parentesco me parece indiscutible. Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en esto sólo nos parezcamos.
Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres. La memoria no me da luz alguna sobre mi persona y mis acciones en la niñez, sino desde la edad de seis años; y si recuerdo esta fecha, es porque la asocio a un suceso naval de que oí hablar entonces: el combate del cabo de San Vicente, acaecido en 1797.
Dirigiendo una mirada hacia lo que fue, con la curiosidad y el interés propios de quien se observa, imagen confusa y borrosa, en el cuadro de las cosas pasadas, me veo jugando en la Caleta con otros chicos de mi edad poco más o menos. Aquello era para mí la vida entera; más aún, la vida normal de nuestra privilegiada especie; y los que no vivían como yo, me parecían seres excepcionales del humano linaje, pues en mi infantil inocencia y desconocimiento del mundo yo tenía la creencia de que el hombre había sido criado para la mar, habiéndole asignado la Providencia, como supremo ejercicio de su cuerpo, la natación, y como constante empleo de su espíritu el buscar y coger cangrejos, ya para arrancarles y vender sus estimadas bocas, que llaman de la Isla, ya para propia satisfacción y regalo, mezclando así lo agradable con lo útil.


VII. Naturalismo
 Influenciado por el francés Émile Zola, el naturalismo español también surgió a mediados del siglo XIX como una reacción al romanticismo y a la situación social de la época. Su rasgo distintivo fue su determinismo el cual consideraba que los comportamientos y actos humanos dependían de factores hereditarios y medioambientales. En este sentido fue evidente el impacto del darwinismo en esta literatura. Como los realistas, los naturalistas hicieron descripciones detallistas pero sus representaciones llegaron a ser chocantes para la época. Por ejemplo, presentaron imágenes minuciosas de hechos violentos y sexuales. Una de las representantes más connotadas de este movimiento en España fue Emilia Pardo Bazán (1851-1921) autora de Los pazos de Ulloa y de numerosos cuentos y ensayos. Fue la primera mujer profesora de la Universidad de Madrid, sin embargo, estudiantes varones boicotearon sus clases. Por su parte sus colegas masculinos le negaron la entrada a la Real Academia de la Lengua Española.
Otro autor naturalista fue Leopoldo Alas “Clarín” autor de novelas, cuentos y ensayos. Su obra cumbre es La regenta. Finalmente, Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) escribió El intruso, La catedral y La bodega. Hollywood llevó a la pantalla las novelas Los cuatro jinetes del apocalipsis, Mare Nostrum y Sangre y arena.


Accidente
Por Emilia Pardo Bazán
Fragmento
Bajo el sol -que ya empieza a hacer de las suyas, porque estamos en junio-, los tres operarios trabajan, sin volver la cara a la derecha ni a la izquierda. Con movimiento isócrono, exhalando a cada piquetazo el mismo ¡a hum! de esfuerzo y de ansia, van arrancando pellones de tierra de la trinchera, tierra densa, compacta, rojiza, que forma en torno de ellos montones movedizos, en los cuales se sepultan sus desnudos pies. Porque todos tres están descalzos, lo mismo las mujeres que el rapaz desmedrado y consumido, que representa once años a lo sumo, aunque ha cumplido trece. La boina, una vieja de su padre, se la cala hasta las sienes, y aumenta sus trazas de mezquindad, lo ruin de su aspecto.
Es el primer día que trabaja a jornal, y está algo engreído, porque un real diario parece poca cosa, pero al cabo de la semana son ¡seis reales!, y la madre le ha dicho que los espera, que le hacen mucha falta.
Hablando, hablando, a la hora del desayuno se lo ha contado a las compañeras, una mujer ya anciana, aguardentosa de voz, seca de calcañares, amarimachada, que fuma tagarnina, y una mozallona dura de carnes, tuerta del derecho, con magnífico pelo rubio todo empolvado y salpicado de motas de tierra, a causa de la labor.
-Somos nueve hermanos pequeños -ha dicho el jornalerillo-, y por lo de ahora, ninguno, no siendo yo, lo puede ganar. Ya el zapatero de la Ramela me tomaba de aprendís; solamente que, ¡ay carambo!, me quería tener tres años lo menos sin me dar una perra... Aquí, desde luego se gana.

VIII. Generación del 98
La Generación del 98 está compuesta por una serie de escritores nacidos entre 1864 y 1875 que se preocuparon por la situación española que, a partir de 1898, vivió una crisis debido a la pérdida de sus últimas colonias. En efecto, a raíz de la guerra contra Estados Unidos el país había perdido Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Esto acarreo una crisis social, política y moral que de inmediato se reflejó en la literatura. El movimiento estético de la Generación del 98 puede ser ubicado entre el realismo, naturalismo, modernismo y novocentismo (este último lo veremos más adelante). Integraron el grupo Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno, Enrique de Mesa, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz “Azorín”, Antonio Machado, Ricardo Baroja, Pio Baroja, Ramón Marí del Valle Inclán, Ramón Menéndez Pidal, entre otros. Todos coincidieron en los siguientes puntos centrales:
·         Rechazaron el Realismo
·         Emplearon en sus obras el lenguaje común de la gente
·         Identificaron una España decadente y otra falsa la cual era promovida por el gobierno
·         Mostraron nostalgia por Castilla recuperando su lenguaje, paisaje y tradiciones
·         Tuvieron una actitud pesimista
·         Admiraron a Mariano José de Larra
·         Realizaron experimentos literarios; por ejemplo Miguel de Unamuno creó la “nivola”, Azorín jugó en sus obras con el espacio y el tiempo y Valle-Inclán inventó el esperpento
·         Adaptaron a la situación española la filosofía de Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Sören Kierkegaard y Henri Bergson, además siguieron las ideas del Regeneracionismo.


Castilla
Por miguel de Unamuno

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!

IX. Novecentismo
El novecentismo conocido también como Generación del 14 o Vanguardia fue un grupo de intelectuales dueños de una enorme formación intelectual. Se caracterizó por dirigir la mirada a Europa (en contraste con el castellanismo de la Generación del 98), por su preocupación de la forma y por estar en contra de la improvisación literaria. Entre los miembros de esta estética estuvieron: José Ortega y Gasset, Eugenio d’Ors, Ramón J. Sender, Gabriel Miró, Juan Ramón Jiménez, Concha Espona, Max Aub, Manuel de Falla, entre otros. Las primicias del grupo fueron:

·         Rechazo al Romanticismo.
·         Rompimiento con el pasado inmediato.
·         Recuperar las culturas clásicas.
·         Considerar que las elites intelectuales propiciarán el cambio social.
·         Búsqueda del arte puro.
·         Deshumanización del arte.
·         Suponer que el arte debe ir a la par con la imaginación por lo que hay que rechazar el Realismo.
·         Cultivar preponderantemente el ensayo.
·         Renovar el lenguaje.
·         Alejarse del nacionalismo y propugnar por el acercamiento con Europa.
·         Ser cosmopolitas.







Pasado y porvenir para el hombre actual[2]
Por José Ortega y Gasset
Fragmento

            Se trata por lo visto, de intentar esclarecer un poco la estructura del hombre actual. Formulado así, el problema es insoluble, porque el hombre actual, propiamente hablando, no existe. Y no existe el actual por la sencillísima razón de que el hombre, así, sin más, no existe, y el atributo cronológico <> no basta para insuflarle realidad. El hombre es una abstracción, sin duda útil. Las abstracciones son aparatos mentales que construimos para mirar las cosas que son siempre concretísimas. Hoy voy a usar con abundancia este esquema –el hombre- pero no significando con ese nombre y esa noción la realidad que intentamos ver, que deseamos aclararnos, sino empleándola como la lupa conceptual que nos facilita la visión.
            El hombre, como anticipó genialmente Montaigne, es, en efecto, una realidad <>. No es que cambie como todas las demás cosas que hay en el mundo, sino que es cambio, sustancial cambio. La expresión es irritante, es paradójica; pero si nos movemos en la tradicional terminología es inevitable. Aristóteles inventó la noción de sustancia para subrayar y hacer ver claramente que los cambios de las cosas son superficiales y que tras ellos la cosa permanece inmutable, eternamente igual a sí misma. Pero al Hombre no le pasa esto.


X. Generación del 27
La Generación del 27 puede considerarse la Vanguardia española. El grupo se reunió por primera vez a raíz de la celebración del tricentenario de la muerte del poeta Luis de Góngora, reivindicaron por tanto el culteranismo. Algunos miembros de esta estética fueron: León Felipe, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Concha Méndez,  Federico García Lorca, Vicente Aleixandre (Premio Nóbel), Ernesto Giménez Caballero, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Alejandro Casona, José María Hinojosa, Ernestina de Champourcín, Miguel Mihura y Miguel Hernández. Casi todos coincidieron en los siguientes preceptos:
·         En una estética que lograra conjuntar la literatura española culta con la cultura  popular.
·         En un proceso de evolución estética e ideológica que, en general, los llevó a la Vanguardia, al gongorismo, al compromiso político y a oponerse al fascismo.
·         En rechazar al Modernismo.
·         En liberar los textos de la rigidez lenguaje.
·         En liberar la poesía a través del verso libre y de temas novedosos.
·         En conjuntar la tradición europea con la española.
·         En hablar de la realidad de manera no realista.
·         En simpatizar con principios liberales y revolucionarios.
·         En su poca preocupación por lo religioso.
·         En aceptar las novedades tecnológicas como el cine, el teléfono y la radio, y en retomar el tema de la ciudad.
·         En celebrar la presencia de la mujer en las letras.
·         En escribir novelas, teatro o poesía de carácter social criticando las instituciones.

El grupo se dispersó después de la Guerra Civil española (1936-1939). Algunos fueron al exilio, otros se quedaron en España viviendo en una especie de exilio interno. Las tropas fascistas fusilarían a Federico García Lorca cerca de Granada (abundaremos más adelante en la vida y obra de este autor).

La risa
Por Concha Méndez

Alguien dijo que «la risa
es la gran enterradora».
Algo se me está enterrando
porque río a todas horas.


Ni me entiendo ni me entienden...
Por Concha Méndez

Ni me entiendo ni me entienden;
ni me sirve alma ni sangre;
lo que veo con mis ojos
no lo quiero para nadie.

Todo es extraño a mí misma,
hasta la luz, hasta el aire,
porque ni acierto a mirarla;
ni sé cómo respirarle.

Y si miro hacia la sombra
donde la luz se deshace,
temo también deshacerme
y entre la sombra quedarme
confundida para siempre
en ese misterio grande.



Romance Sonámbulo[3]
Por Federico García Lorca

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.





[2] Texto tomado de Europa y la idea de nación por José Ortega y Gasset. http://idd00qaa.eresmas.net/ortega/biblio/biblio.htm
[3] De Romancero Gitano (1924-1928).