Breve introduccón a la literatura mexicana y latinoamericana

 De la época prehispánica a la vanguardia
Por Dr. Jaime Cardoso

I. Literatura Precolombina
La civilización azteca recogió, asimiló y adaptó la filosofía, la religión y los conocimientos de los pueblos que la antecedieron, de tal manera que los conocimientos de las culturas toltecas y teotihuacanos, por mencionar dos civilizaciones prehispánicas, fueron el cimiento de la cultura de los fundadores de la ciudad de Tenochtitlán. Los aztecas realizaron un sincretismo sociocultural que muestra una relativa continuidad en el pensamiento y creación de los pueblos mesoamericanos en sus periodos preclásico (2500 AC -250 DC), clásico (250 DC-900 DC) y posclásico (900 DC-1521). Utilizaron y adaptaron a sus necesidades la arquitectura, la filosofía, la astronomía, la religión, la tecnología y las estrategias de guerra aprendidas de sus antecesores, a las necesidades de su imperio. Así, los documentos que conocemos de las civilizaciones prehispánicas muestran un sincretismo cultural y una relativa continuidad religiosa y filosófica. Las características de los documentos prehispánicos son:
  1. Se enfocan en explicar la creación del mundo y los fenómenos naturales
  2. Dejan testimonios de hechos heroicos
  3. Describen a los dioses
  4. Describen cómo era la vida cotidiana de los pueblos
Documentos como los códices surgieron por la necesidad de los pueblos prehispánicos de explicar su realidad inmediata y transmitir su filosofía e ideas religiosas. El Popol Vuh, por ejemplo, explica cómo fue la creación mientras que los poemas de Netzahuacóyotl son un canto a la naturaleza, a la vida y a los dioses.

II. Literatura Colonial
Un rompimiento radical de la continuidad cultural prehispánica se dio con la conquista española. El escritor mexicano Alfonso Reyes en su ensayo Visión de Anáhuac escribió que “la era histórica en que llegaron los conquistadores a México precedía de la lluvia de flores que cayó sobre las cabezas de los hombres al finalizar el cuarto sol cosmogónico” (24). Con su arribo, los europeos impusieron un modo de producción ajeno al indio e implantaron una nueva concepción del mundo con la inevitable destrucción de las antiguas culturas.  Con ello se perdió parte de la producción simbólica de los antiguos pobladores del Anáhuac. Así que, dice Alfonso Reyes, “hay que lamentar como irremediable la pérdida de la poesía indígena mexicana” (25). La tradición oral, los códices, las narraciones, los mitos y las leyendas, los rezos y las plegarias que sobrevivieron a la conquista y que prevalecen mezclados con la cultura europea, son evidencias de la producción simbólica prehispánica. Esas evidencias han permitido un acercamiento al pasado indígena y, en muchos casos, como sostiene otro escritor mexicano Miguel León Portilla, “descubrir a través de sus textos, su propia imagen cultural” (8):

                “…los tiempos prehistóricos y la historia antigua del México central abarcan por lo menos diez mil años. Comparado este largo periodo con los trescientos años de vida     colonial y el siglo y medio de moderna nación independiente, se verá que resulta         apropiado llamar a los milenios prehispánicos subsuelo y raíz del México actual”. (León    Portilla 13)

En los tiempos en que los conquistadores desembarcaron en las costas mesoamericanas, los Reyes Católicos ya habían conquistado el último bastión moro (1492) en España dando fin a casi ocho siglos de dominio Árabe sobre la península y logrando la unificación de lo que hoy es España. El siguiente paso fue expandir los dominios más allá de las fronteras y los reyes auspiciaron travesías por el océano. Así, los conquistadores se encontraron con tierras y civilizaciones que les eran desconocidas. Destruyeron ciudades e inauguraron otras, ocuparon tierras, esclavizaron a los indios y les impusieron una nueva cultura y religión. La conquista fue militar pero también fue espiritual. Expresión acabada de esta última sería la virgen de Guadalupe (1531), síntesis de la diosa indígena Tonantzin y de María, la virgen europea.

Las crónicas y las cartas de relación
Los soldados, los frailes y los viajeros asombrados por el paisaje natural, las ciudades y las civilizaciones indias escribieron diversos testimonios en forma de diarios, relaciones, memorias y cartas de relación, en donde inventariaron, informaron, registraron y dieron su versión de la conquista. Bernal Díaz del Castillo (1492-1585), militar que participó en la conquista de México, escribió: “…nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís” (260). Otros europeos también expresaron su asombro a las civilizaciones indias; fueron los casos de Hernán Cortez (1485-1547), Bernardino de Sahagún (1499-1590), Toribio de Benavente (1482-1569), Bartolomé de las Casas (1484-1566) y Jerónimo de Mendieta (1525-1604) entre otros. Mientras tanto, las versiones indígenas de las culturas indias y de la conquista las podemos encontrar en las voces de Hernando de Alvarado Tezozómoc (¿1520-1610?), Muñón Chimalpahín (1579-1660) y De Alva Ixtlilxóchitl (¿1568-1648?).
En suma, las características la literatura colonial son:
1. Los conquistadores informaban a los reyes acerca de la geografía, cultura y conquista de los pueblos indígenas.
2. Los colonizadores Justificaban la conquista y los métodos para realizarla.
3.  Los indígenas por su parte, daban su propia versión de la conquista.
4. Los indígenas explicaban su filosofía y/o concepto de la vida, halaban de sus dioses y describían su estilo de vida.

Crónica Mexicana
Hernando de Alvarado Tezozómoc

Aquí comiença la Corónica mexicana. Trata de la deçendencia y linaxe, benida a esta Nueba España los yndios mexicanos que abitan en este Nueuo Mndo, el tiempo que llegaron en la çiudad de Mexico Tenuchtitlan, asiento y conquista que en ella hizieron y oy abitan, rresiden en ella, llamado Tenuchtitlam.
La benida que hizieron y tiempos y años que estubieron en llegar a este Nueuo Mudo,  adelante se dirá. Y así, ellos propios persuadiendo a los naturales, por la estrechura en que estauan, determinó y les habló su dios en quien ellos adorauan, Huitzilopochtli, Quetzalcoatl, Tlalocateutl y otros, como se yrá tratando. La benida de estos mexicanos muy antiguos, la parte que ellos binieron, tierra y casa antigua llaman oy día Chicomoztoc, que dize Casa de siete cueuas cabernosas; segundo nombre llaman  Aztlan, que es dezir Asiento de la garça. Tenían las lagunas de su tierra, Aztlan, un cu y  en ella el templo de Huitzilopochtli, ydolo dios de ellos, y su mano una flor blanca con  la propia rrama del grandor de una rrosa de Castilla, de largor de más de una bara en  largo, que llaman ellos aztaxochitl, de suaue olor. Antiguamente ellos se xatauan  llamarse aztlantlaca; otros les llamaron aztecas mexitin, que este nombre de mexitin es  dezir mexicano, como más claro dezir al lagar manatial de la uba, así mexi, como si del magué saliera manatial, y por eso son ellos agora llamados mexicanos, como antiguamente se nombrauan mexica, chichimeca (mexicano, serranos, montañeses), y agora por el apellido de esta tierra y çiudad de Mexico Tenuchtitlan.


III. Literatura Clásica y Barroca

Durante la colonia, la Nueva España sintió los efectos de la contrarreforma europea (respuesta a la reforma protestante de 1521) con la que España prácticamente se aislaba del resto de Europa. La Santa Inquisición, fundado por los Reyes Católicos, persiguió y castigó severamente a los herejes y apóstatas y prohibió la entrada de  libros considerados no católicos. Con ello el virreinato vivió siglos de oscurantismo pero iluminados por grandes intelectuales y escritores como Son Juana Inés de la Cruz. El ensayista mexicano Pablo  González Casanova en su libro La literatura perseguida en la crisis de la colonia sostiene que “la inquisición posee un alto significado cultural. Es tan importante o más que la Universidad, el púlpito o las misiones de Propaganda Fide para comprender la historia del cristianismo.” (119)
 A mediados del siglo XVIII ocurrieron una serie de transformaciones en la Nueva España a través de las reformas borbónicas ocurridas el reinado de Carlos III (1759-1788). La corona ensayó una reforma política en las colonias reduciendo las restricciones comerciales y permitiendo la apertura de nuevos puertos, con lo que se buscó garantizar que los productos llegasen a la corona. Esto motivó un auge económico en las diversas regiones de la Nueva España aumentando las producciones mineras (plata), textiles, del hierro forjado, tabaco y azúcar entre otros productos.
Por su parte, la iglesia expulsó a los jesuitas en 1767 por oponerse a las directrices de la jerarquía eclesiástica; además, una cédula real dictaminó que las deudas contraídas con la iglesia debían ser pagadas y, entre otras cosas, reorganizaba los monopolios. Precisamente los jesuitas eran quienes primordialmente encabezaban la reacción clásica en la literatura. Con su expulsión se frenó parcialmente el movimiento cultural del país, pero no evitó que a fines del siglo XVIII se diera lo que González Peña llama en Historia de la literatura mexicana una “franca renovación intelectual” (79). Se introdujo la filosofía moderna con Benito Díaz de Gamarra, las ciencias físicas con José Antonio Alzate, y otras disciplinas con Francisco Javier Gamboa, Joaquín Velásquez de León, Antonio León Gama, José Ignacio Bartoloche y José Ignacio Mociño, entre otros. Además, en 1784 apareció el primer periódico, La gaceta de México, en 1783 se fundó la Academia de San Carlos y en 1792 el Colegio de Minería. Es decir, el movimiento de renovación implicó la entrada de nuevas ideas y el rechazo a los excesos del barroco y la escolástica.
En el mismo periodo, la iglesia tenía en su poder cerca de la mitad de las tierras y  alrededor de dos terceras partes del circulante. Al final, las reformas y el acaparamiento de la riqueza ocasionaron descontento entre la población principalmente criolla pues, aunque se había fomentado la producción, al mismo tiempo se fortaleció la dependencia de las colonias hacía la península. Los piratas, por su parte, seguían dando duros golpes a la corona asaltando los galeones. Además, España tuvo que hacerse de manufactura comprándola a sus vecinos, situación que permitió el enriquecimiento de otros países europeos mientras que la corona se empobrecía.
Alrededor de diez generaciones de colonialistas vivieron de las riquezas de la Nueva España, pero después de 300 años las nuevas generaciones, fundamentalmente criollas, se cansaron de que España viera sólo por sus intereses. Internamente, el control de las exportaciones y los altos impuestos deterioraron la economía y los criollos se sintieron capaces de autogobernarse. Externamente, Europa se cimbraba con la filosofía de la Ilustración y la Revolución francesa.
Así, un punto de ruptura del virreinato llegó debido a la invasión napoleónica, el desequilibrio de las instituciones, el cuestionamiento de la situación política de las colonias y el surgimiento de fuerzas políticas que reclaman la independencia.. Además, como ya se dijo, la Ilustración y el enciclopedismo, la parálisis económica española, el expansionismo francés, el descontento de los criollos y quizás la independencia de las colonias norteamericanas en 1776, se sumaron a la situación interna de la Nueva España, lo que condicionó el surgimiento del movimiento independentista.
En el campo de las ideas y el arte, la segunda mitad del siglo XVII se caracterizó por el florecimiento del barroco—virreinato de filigrana diría Alfonso Reyes—expresión que llenó el vació creado por la utopía renacentista y vehículo de expresión del artista y artesano indígena. Octavio Paz escribió en Las peras del olmo que “el barroco abre las puertas al paisaje, a la flora y la fauna y aún al indio mismo” (13); mientras que José Rojas en Temas literarios del virreinato anotó que el barroco “es la expresión de ese íntimo deseo de cambio que surge con el Renacimiento al desquiciarse las estáticas estructuras sociales y culturales de la edad media…” (87).
En la literatura, Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) fue la más acabada representación de la época. En “Primero sueño”, expresión poética con la que intenta penetrar al mundo en una especie de duermevela, el ensayo “Respuesta a sor Filotea de la Cruz”, una declaración de las dudas y respuestas frente al mundo, la carta Athenagórica, donde al criticar el sermón del padre Vieyra cuestiona ciertos favores divinos, la monja expresa la contradicción entre la vocación de una religiosa preocupada más por el saber que por salvar su alma:

En dos partes dividida
Tengo el alma en confusión
Una, esclava a la pasión,
Y otra, a la razón medida.
           
Aquí otro ejemplo de los poemas de la monja:

En que da moral censura a
una rosa, y en ella
a sus semejantes
Rosa divina que en gentil cultura
eres con tu fragante sutileza
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura;
amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura:
¡cuán altiva en tu pompa,
presumida,
soberbia, el riesgo de
morir desdeñas;
y luego, desmayada y encogida,
de tu caduco ser das mustias señas!
¡Con qué, con docta
muerte y necia vida,
viviendo engañas y

muriendo enseñas!

Contemporáneo de Sor Juana Inés de la Cruz fue Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), otra de las máximas expresiones del barroco novohispano. Su obra exploró rumbos hasta entonces inexplorados adelantándose a su época. Astrólogo, matemático, geógrafo, expedicionario, historiador, constructor de aparatos científicos, poeta, periodista y sacerdote, su obra literaria refleja un profundo orgullo criollo. Ejemplos de su obra son “Primavera indiana” dedicado a la Virgen de Guadalupe y el Triunfo Parténico que data de 1683, (libro eminentemente religioso, pero con abundantes referencias históricas principalmente relacionadas con la Universidad). A Sigüenza se le considera además precursor del periodismo por su “Mercurio volante” y de la novela por su obra La relación de los infortunios de Alonso Ramírez. Además, escribió el “Parayso occidental, plantado, y cultivado por la liberal benéfica mano de los muy catholicos, y poderosos Reyes de España Nuestros Señores en su magnífico Real Convento de Jesús María de México”. Un ejemplo de la escritura de este autor es la siguiente descripción en Triunfo Parténico:
            “Allí, en artificiados ramilletes, vestía su cornucopia la matizada Amaltea, mientras en   fragantes pebetes comerciaba sus olores la Arabia fértil, admirada de que para         antorchas le tributara el Hibla sus colmenas rubias, y que para candeleros, las venas de esta septentrional América se desatasen en plata…”. (Rojas 128)

            Así, Sor Juana y Sigüenza representan la síntesis de una época impregnada por el barroquismo. Sin embargo, como decíamos antes, a fines del siglo XVII el modelo socioeconómico de la colonia alcanzaría su agotamiento y la producción literaria se vería permeada por las ideas políticas de la época. Se perfiló entonces una nueva ruptura con la aparición de lo que se considera la primera novela mexicana: El periquillo Sarmiento de José Fernández de Lizardi[1].
En suma, las características de la literatura barroca y clásica mexicana son:
1. La literatura está influida por el dogmatismo de la inquisición.
2. A pesar de la inquisición entraron de contrabando a la Nueva España nuevas ideas que enriquecieron la literatura.
3. Sor Juana Inés de la Cruz es la máxima exponente de la literatura barroca latinoamericana.

IV. Neoclasicismo
En Latinoamérica, el neoclasicismo predominó durante los siglos XVIII y principios del XIX. Surgió como una respuesta al barroco colonial y a las luchas de independencia. Sus características son:
1.      Rescató la antigüedad clásica y la civilización grecorromana.
2.      Estuvo en contra del barroco por lo que se inclinó por la razón y el equilibrio.
1.      Rechazó del dogma religioso.
2.      En su literatura predominó la razón sobre las emociones.
3.      Fueron patriotas y apegados a los movimientos de independencia
4.      Revalorizaron lo indígena y lo latinoamericano.
5.      Tuvieron una intención didáctica
6.      Les entusiasmó la naturaleza.
7.      Promovieron la investigación de la naturaleza
8.      Promovieron el desarrollo científico-técnico y la educación
9.      Difundieron el conocimiento científico

Los resultados del trabajo de los intelectuales neoclásicos latinoamericanos fueron:
1.      El arte fue más accesible y tuvo menos pretensiones.
2.      La literatura estuvo dirigida a un público más amplio.
3.      La literatura fue usada como un instrumento social de transformación.
4.      Aumentaron del número de lectores.
5.      El escritor fue considerado un profesional y la escritura fue su fuente de sustento.

            Entre los autores latinoamericanos neoclásicos latinoamericanos sobresalieron el mexicano/guatemalteco (nació en Tapachula Chiapas cuando esta región pertenecía a Guatemala) fray Matías de Córdoba (1768−1828), los ecuatorianos Rafael García Goyena (1766-1823) y José Joaquín Olmedo (1780-1847) , el guatemalteco Rafael Landivar (1731-1793) y el venezolano Andrés Bello (1781-1865).


Los animales congregados en Cortes
Rafael García Goyena

  Ya sabes que, por genio o por capricho,  
 vivo en este retiro, Delio amado,  
 al trato de las gentes entredicho.  

     En mi sola existencia confinado,  
 aprendiendo del tiempo las verdades  
 que me enseña el presente del pasado  

     Interrumpe, tal vez, mis soledades  
 uno u otro jurídico negocio  
 que me hace conocer las sociedades.  

     Cuando esto no sucede, gasto el ocio  
 en repasar atento los avisos  
 de Horacio Flaco, mi perpetuo socio.  

     Evacuados ayer los más precisos  
 asuntos que ocurrieron en el día,  
 me puse a leer gacetas y concisos.  

     Repleta me quedó la fantasía  
 de cortes, juntas y demás sucesos  
 que llenan hoy de honor la monarquía.  

     Revueltas mil fantasmas en los sesos,  
 con la cabeza me acosté tamaña;  
 y padecí del sueño los accesos.  

     Dormido me ocurrió la idea extraña   
 de que voy a hacer puntual diseño,  
 porque puede apropiarse a nuestra España.  

     En el difícil cuanto heroico empeño
 que tiene contra el déspota absoluto,  
 atiende, pues, amigo: va de sueño.  

     En la trampa sutil del hombre astuto  
 incauto cayó, al fin, el fuerte León,  
 del imperio animal monarco bruto. 

V. Romanticismo
            González Peña escribió que “fue, ante todo, política, la literatura mexicana de esta época” (115). Muestra de ello son el auge de folletines, la prensa y la oratoria. La sátira desplazó la ingenuidad erótica y la religiosidad virreinal al mismo tiempo que la poesía, a través de la fábula y el epigrama, se preocupó más por difundir las ideas despreocupándose por la forma. Dice el mismo González Peña:
“resabios gongorinos, pseudoclasicismo y prosaísmo, por una parte, al empezar el siglo; y, por la otra…asomos nacionalistas en la representación de tipos y costumbres, intención satírica y política en apólogos y epigramas, entonación heroica y fervor cívico: he allí las dos etapas recorridas por la poesía en la época de la Independencia”. (119)

            Pertenecen a este periodo los poetas Anastasio María de Ochoa, José Agustín de Castro, Andrés Quintana Roo, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Francisco Ortega, José Mariano Rodríguez del Castillo, José María Villaseñor y Cervantes, Juan Wenceslao Barquera, Ramón Quintana del Acebo, Juan María Lacunza, José Ignacio Basurto, Luis de Mendizábal, Mariano Barazábal y Joaquín María del Castillo y Lanzas.
            Los prosistas, por su parte, se preocuparon por transmitir ideas liberales en la pluma de Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, Francisco Severo Maldonado, José María Cos, el ya citado Juan Wenceslao Barquera, Miguel Guridi y Alcocer y el notabilísimo Fr. Servando Teresa de Mier.
            La obra de José Fernández de Lizardi (1776-1827), en particular El periquillo Sarmiento, marcó un hito al inaugurar la novelística mexicana. El autor retrató  críticamente a la colonia denunciando la corrupción, la trampa, la burocracia y a la miseria. El libro contiene además una vena moralizante que revela la necesidad de un cambio; educa, moraliza y critica por medio de la sátira. Fernández de Lizardi escribió para el criollo rompiendo con las normas retóricas de su época y penetrando en el ser nacional el cual describió magistralmente. Es así como el tránsito entre el desplome del virreinato y el surgimiento del movimiento que llevaría a la independencia de México, estuvo marcado por una literatura crítica, abiertamente política, de denuncia y propagandista. La forma fue lo de menos.
            Una vez lograda la emancipación de España, el mundo de las ideas y de la literatura respondió con obras que reflejaban los conflictos emanados de las diferencias entre conservadores y liberales. El costumbrismo y el romanticismo dominarían el mundo de las letras. Las invasiones extranjeras, la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano, la inestabilidad política, la crisis económica, el triunfo del liberalismo, del juarismo con su estado laico y la restauración de la república; y, finalmente, el inicio y auge del porfirismo, serían la escena dominante durante la segunda mitad del siglo XIX.  
            En Latinoamérica los escritores Esteban Echeverría, Sánchez de Tagle, Quintana Roo, Francisco Ortega, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Jorge Isaacs son ejemplos de literatos románticos.
            En suma, las características de la literatura romántica latinoamericana fueron:

1. Se enfocó en los sentimientos tales como la melancolía, la desesperanza y la nostalgia
2. Rechazó los movimientos artísticos tradicionales.
3. En su poesía y novela imperaron los paisajes sombríos, el mar iracundo, las tempestades, las tinieblas y los camposantos
4. Fue una literatura política preocupada por los movimientos de independencia y de reforma.
5. Fue nacionalista
6. Fue propagandista
7. Denunció la corrupción, la trampa, la burocracia, la pobreza y la corrupción
8. Fomentó la aparición de folletines y utilizó la prensa y la oratoria para difundir su obra.
9. Fue antirreligiosa.
10. Se preocupó por difundir las ideas más que la forma.
11. Promovió el cambio social.
12. Fue costumbrista.

VI. Literatura realista y naturalista
            En España el realismo literario inició alrededor de 1849 con la publicación de La gaviota de Fernán Caballero. Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas “Clarín” llevarían a su máxima expresión este movimiento estético.
            El realismo fue una reacción al romanticismo y a la situación social de la época (siglo XIX). Criticaron las consecuencias de la Revolución Industrial y la pobreza, de ahí que observaran detalladamente la realidad describiendo las condiciones en que vivía la población.
            El naturalismo por su parte formó parte del Realismo y surgió alrededor de 1860 impulsado por el francés 
Émile Zola. La escritora Emilia Pardo Bazán fue una destacada representante de este movimiento en España. El rasgo distintivo del Naturalismo fue un determinismo que consideraba que la humanidad dependía de factores hereditarios y medioambientales. En este sentido fue claro el impacto del darwinismo en esta literatura.
            El realismo y el naturalismo latinoamericano se alimentaron de hechos como la explotación del indio, los campesinos y los esclavos traídos de África; del mestizaje, de las disputas raciales, de la pobreza y la marginación, de las luchas revolucionarias de independencia, entre otros factores.
            Ejemplos de obras realistas latinoamericanas son Cecilia Valdés del cubano Cirilo Villaverde publicada en 1839, Martín Rivas del chileno Alberto Blest Gana que data de 1862, el cuento “El matadero” del romántico argentino Esteban Echeverría escrito en 1839 y publicado hasta 1871 (considerado un antecedente del Naturalismo), las novelas del argentino Eugenio Cambaceres entre las que sobresale Sin rumbo (1885).
Entre los autores naturalistas se distinguieron la peruana Colinda Matto de Turner, el puertoriqueño Manuel Zeno Gandía, el colombiano Tomás Carrasquilla y el mexicano Federico Gamboa.
El realismo y naturalismo prevalecerán en Latinoamérica hasta principios del siglo XX fundiéndose con el modernismo. Ejemplo de este hibridismo son: Carlos Reyles (Uruguay), Enrique Larreta (Argentina), Rafael Arévalo Martínez (Guatemala), Horacio Quiroga (Uruguay), Mariano Azuela (México), José Eustasio Rivera (Colombia), Ricardo Güiraldes (Argentina) y Rómulo Gallegos (Venezuela). Todos ellos unificaron los estilos dominantes creando subgéneros como el regionalismo, el mundonovismo o la Novela de la Revolución Mexicana.
 En Latinoamérica el realismo y el naturalismo se caracterizaron por:
1. La observación y representación de la realidad.
2. La representación de la vida cotidiana.
3. La presentación de los individuos en relación a su sociedad.
4.  La eliminación de lo abstracto.
5. La hibrides de sus obras de tal manera que es posible encontrar, por ejemplo, narrativa romántica-realista, realista-modernista, realista-naturalista u obras impregnadas por ambientes y acontecimientos locales que dieron origen a subgéneros tales como la novela indigenista o la novela de la Revolución Mexicana.
6. En la caso de los naturalistas hicieron descripciones detallistas de hechos violentos.

VII. Modernismo
El Modernismo (1880-1918) fue un movimiento que rompió con la estética del realismo. Fue un producto de la inserción de Latinoamérica y España a la civilización industrial. Retomó el Parnasianismo y el Simbolismo francés.
Los modernistas huyeron de la vida cotidiana refugiándose en el pasado o en lugares exóticos, promovieron el preciosismo y la perfección a través de imágenes plásticas y escribieron versos empleando técnicas poéticas tradicionales. Además, recurren a la mitología griega.
Algunos investigadores piensan que el nicaragüense Rubén Darío Miranda inició el modernismo con su libro de poemas Azul (1888)Otros piensan que José Martí inició este movimiento estético. Los siguientes autores son considerados modernistas: José Martí, Julián del Casal, Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Enrique Gómez Carrillo, Manuel González Prada, José Asunción Silva y Salvador Rueda.
En suma, las características del modernismo fueron:
1) Siguió un esteticismo que buscó encontrar la belleza y perfección a través de la poesía
2. Empleó un culturalismo que evocó las altas culturas.
3. Promovió un existencialismo que buscó el espiritualismo, la meditación y la reflexión.
4. Gustó del erotismo y el exotismo.
5. Se preocupó por temas urbanos.
6. Se preocupó por la existencia humana.
7. Hablaron de la soledad y la deshumanización.
8.  Se rebelaron contra la sociedad burguesa.
9. Buscaron innovar el lenguaje y en general la poesía.

VIII. Vanguardia
            La vanguardia fue un movimiento estético de principios del siglo XX que busco innovar el arte y la literatura. Los antecedentes de la Vanguardia latinoamericana fueron:
  • 1910: En México empieza una Revolución.
  • 1914-1918: Primera Guerra mundial. Los futuristas admiran las máquinas de guerra.
  • 1917: Revolución rusa. Muchos artistas manifiestan su admiración por la Revolución bolchevique.
  • 1916: Surge el dadaismo en Zúrich, Suiza. Tristán Tzara inicia el movimiento creando una especie de “anti-arte”.
  • 1916: Nace el surrealismo gracias al francés André Breton. El propósito de esta estética fue el automatismo psíquico o seguir el dictado del pensamiento sin mediar la razón y sin ninguna preocupación estética. Algunos destacados surrealistas fueron Picasso, Dalí, Miró, Marcel Duchamp, Federico García Lorca, Luis Cernuda, entre otros.
  • 1919: Inicia el creacionismo, movimiento fundado por el chileno Vicente Huidobro (1893-1948) y el francés Pierre Reverdy. El creacionismo influyó en algunos poetas españoles de la generación del 27. Buscó crear un “algebra del lenguaje” en donde la palabra reflejara su belleza independientemente de su significado. La obra Altazor de Huidobro es un ejemplo de esta tendencia estética.
  • 1921: Inicia en México el movimiento vanguardista conocido como estridentismo.
El estridentismo mexicano
El ultraísmo llega a México de Río de la Plata por medio de revistas como Martín Fierro. El escritor Manuel Maples Arce supo del movimiento y fundó en México el movimiento estético conocido como estridentismo.
            En esta época (principios del siglo XX) el país sufría los efectos de una revolución. El moderno armamento, los ferrocarriles, el telégrafo, el cine, eran inventos que impactaban a la sociedad. Fue cuando Maples Arce, en 1921, lanzó su “Actual No. 1. Hoja de vanguardia” con lo que dio los primeros pasos para el inicio del movimiento estridentista. Pronto se unieron los escritores Germán List Arzubide, Arqueles Vela, Luis Quintanilla (Kin Taniya), Salvador Gallardo, Miguel Aguilón Guzmán, Francisco Orozco Muñoz, Salvador Novo y Humberto Rivas. El lugar de reunión del grupo fue el  ahora célebre “Café de Nadie”.
También se unieron al grupo pintores como Ramón Alva de la Canal, Leopoldo Méndez, Fermín Revueltas, Diego Rivera, Germán Cueto, Jean Charlot, Roberto Montenegro, Guillermo Ruiz, Javier Guerrero y Máximo Pacheco. Además de los músicos Manuel M. Ponce y Silvestre Revueltas. El estridentismo tendría vigencia hasta 1927 y dio origen a  las revistas Irradiador y Horizonte.
            Por la relación de Maples Arce con el General Heriberto Jara, Gobernador del estado mexicano de Veracruz (1924-1927), el grupo se concentró en la ciudad de Jalapa, capital del estado, donde floreció el estridentismo, de tal manera que esa ciudad pronto fue conocida como “estridentópolis”. A la caída del gobernador el grupo se dispersó.
En 1923 los estridentistas lanzaron en la ciudad de Puebla, un segundo manifiesto mucho más agresivo que el primero. El texto llamaba a la juventud a unírseles, criticaban a los detractores de su movimiento, exaltaban el maquinismo, combatían los símbolos patrios y afirmaban que su verdad era la única confiable. La Academia Mexicana de la Lengua se escandalizó con estos pronunciamientos. Maples Arce y List Arzubide fueron incluso amenazados de muerte por enfurecidos poblanos.
En 1925 el grupo dio a conocer un tercer manifiesto en la ciudad de Zacatecas. Aquí reiteraron su crítica al sistema social. En 1926 fue emitido el último manifiesto estridentista llamado “Chubasco estridentista” por el Tercer Congreso Nacional de Estudiantes en Ciudad Victoria, Tamaulipas. El documento enlistaba a los miembros del movimiento y reproducía alguna de sus obras.
Entre los autores y obras vanguardistas-estridentistas tenemos a Maples Arce con Andamios interiores, Poemas radiográficos (1922), Urbe (1924) y Poemas interdictos (1927); Arqueles Vela con La señorita, etcétera (1922) y El café de nadie (1926); Germán List Arzubide con Esquina (1923), El viajero en el vértice (1926) y El movimiento estridentista (1926); Luis Quintanilla con Avión (1923) y Radio (Poema inalámbrico en trece mensajes) (1924); Salvador Gallardo con El pentagrama eléctrico. Las características del estridentismo fueron:

1.      Tuvo como fundamento el futurismo, el ultraísmo, el creacionismo y el dadaimo.
2.      Recibió la influencia de escritores como José Juan Tablada y Ramón López Velarde.
3.      Buscó impulsar el estancamiento intelectual en el que veían sumido al país.
4.      Combatió al catolicismo y a los símbolos patrios.
5.      Hizo un llamado a la juventud a definir el futuro y criticó a los poetas modernistas a la crítica literaria y a la academia.
6.      Admiró las máquinas, la electricidad, la ciudad y las matemáticas.
7.      Rechazó la naturaleza y la tradición.
8.      Empleó la onomatopeya, el humor y la ironía.
9.      Los pintores estridentistas usaron principalmente el blanco, amarillo y gris.

Los Contemporáneos

Los Contemporáneos—aglutinados en torno a las revistas La Falange (1922-1923), Ulises (1927-1928) y luego en la que les dio el nombre, Contemporáneos (1928-1931)—fue un grupo vanguardista que pretendió renovar la poesía mexicana a través del empleo de nuevas técnicas estilísticas sin dejar de lado la tradición poética local y universal.
            La crítica considera dentro de este grupo a Carlos Pellicer (1899-1977), Xavier Villaurrutia (1903-1951), Jorge Cuesta (1903-1942), Gilberto Owen (1904-1952), Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949), Enrique González Rojo (1899-1939), José Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bodet (1902-1974), Salvador Novo (1907-1974), Celestino Gorostiza (1904-1967) y Rubén Salazar Mallén (1905-1986). Poetas, narradores y ensayistas, las coincidencias de cada uno de estos personajes los mantuvo aglutinados desde 1920 hasta principios de los años treinta.
            Los Contemporáneos desarrollaron su obra en medio de la vorágine política en que estaba envuelto el país después de la Revolución de 1910: presidentes asesinados, pugnas entre los vencedores de la contienda y lucha por el poder. Sin embargo, el periodo del ateneísta José Vasconcelos (1882-1959) al frente de la Secretaría de Educación Pública (1921-1924), significó un respiro para la cultura y el arte mexicano.
            Entre los temas tratados por el grupo estaban la paradoja de vivir, la libertad, el tiempo, el amor, la angustia, la autodestrucción, la muerte, la importancia o no del ser y la naturaleza humana. De esta manera, Contemporáneos realizó, en su poética, abstracciones universales, de tal suerte que cada uno de sus integrantes se acerco a teorías y filosofías de las más diversas.

En suma, las características del grupo de los Contemporáneos fueron:
1. Buscó renovar la poesía mexicana.
2. Empleo de nuevas técnicas estilísticas empleando la poética mexicana y la poética universal.
3. Desarrolló su poesía en medio de una vorágine política.
4. Sus poemas son abstracciones de preocupaciones universales.



[1] José Rojas Garcidueñas en Temas literarios del virreinato menciona las siguientes obras como antecedentes de la novela en México: Siglo de oro de Bernardo de Balbuena (1608), Los sirgueros de la virgen de Francisco Bramón (1620), La caída de Fernando de Don Antonio de Ochoa (1662), Los infortunios de Alonso Ramírez de Carlos Sigüenza y Góngora (1690), Fabiano y Aurelia de José Sancha (1760) y, en las postrimerías del virreinato La portentosa vida de la muerte de Fr. Joaquín Bolaños y La levadura del sueño de sueños de José Mariano Acosta Enríquez.